viernes, 29 de mayo de 2015

31 DE MAYO: SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.


“Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
31 DE MAYO
DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
SOLEMN9IDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
(DÍA PRO ORANTIBUS)
1ª Lectura: Deuteronómio 4,32-34.39-40
El Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro.
Salmo 32
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
2ª Lectura: Romanos 8,14-17
Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: “¡Abba!” (Padre).
PALABRA DEL DÍA
Mateo 28,16-20
“En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.
Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".
REFLEXIÓN
Profesamos nuestra fe en Dios uno y trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La profesamos desde nuestro bautismo, fuimos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, hasta que morimos abrazados a la cruz. La profesamos en nuestras oraciones, signos y bendiciones, catequesis y enseñanzas, cantos y tradiciones.
            Aunque no hemos sido muy conscientes de la importancia espiritual de este misterio, hoy, por la gracia de Dios, sabemos que es fuente, marca y meta de toda nuestra vida.
          Fuente: Tres corrientes en una, origen de toda vida y toda gracia.
          Marca: Estamos hechos a su imagen, con dinamismo de comunión.
          Meta: “Nos has hecho, Señor, para ti”, decía san Agustín. Caminamos hacia el abrazo trinitario.
             El Padre, decía san Juan de la Cruz, es mano blanda. Blanda por la ternura y la misericordia. Pero es también mano fuerte, creadora y protectora. De sus dedos salieron las espirales de las estrellas, la vida innumerable, las figuras del hombre y la mujer, bien moldeados.
            El Hijo es “toque delicado”, carne de nuestra carne. Su toque era curativo y amistoso. Su toque era transmisión de gracias. Su toque elevaba y dignificaba. Después se dejó tocar y traspasar para redimirnos y salvarnos.
            El Espíritu es “llama viva”, que purifica y transforma, da calor y amistad, embellece y transfigura. De su llama se desprenden inflamaciones de amor. Ya nunca tendremos miedo, porque en Él estamos encendidos.
            Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidos en fuerte abrazo, viviendo la comunión perfecta, sosteniendo y recreando la vida toda, desbordando en hijos y familias, tan distintos, tan iguales, sostén y fundamento de todo lo creado.
            Dios Padre, que es creación, amor. Dios es amor. Dios Hijo, que es el camino que tenemos que recorrer, la verdad que tenemos que creer y la vida que tenemos que vivir. Dios Espíritu Santo, que es donación, comunicación, comunión.
            ¿En qué Dios creemos?.
            ¿En un Dios serio, justiciero. En un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos?
ENTRA EN TU INTERIOR
LO ESENCIAL DEL CREDO
A lo largo de los siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios sobre la Trinidad. Sin embargo, bastantes cristianos de nuestros días no logran captar qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas.
Al parecer, hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas, que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro credo para aprender a vivirlo con alegría nueva.
«Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra». No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados. Dios es nuestro «Padre» querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él es el origen y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos sólo por amor, y nos espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación por este mundo.
Su nombre es hoy olvidado y negado por muchos. Nuestros hijos se van alejando de él, y los creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios nos sigue mirando a todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos de perder la fe en un Dios Creador y Padre pues habríamos perdido nuestra última esperanza.
«Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor». Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él, vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos sentir a Dios humano, cercano, amigo.
Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa para todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado, además, el camino a seguir: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Si olvidamos a Jesús, ¿quién ocupará su vacío?, ¿quién nos podrá ofrecer su luz y su esperanza?
«Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida». Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de nosotros. Lo podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas, como Amor que nos lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que hay dentro de nosotros.
José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR
Yo creo:
          En un Dios que es todo corazón, compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
          En un Dios-Padre, fuente de vida, generosidad desbordante.
          En un Dios-Hijo, palabra eterna del Padre por la que todo vino a la existencia, que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal porque Dios estaba con él.
          En un Dios-Espíritu Santo, llama viva, fuerza desbordante, comunión profunda, alma de la Iglesia.
          Creo en un Dios siempre alegre, uno y trino, comunidad, familia, las tres divinas personas en comunión de vida y amor.
Creo también que este Dios bueno no quiso quedarse tanta bondad para él solo y creó al hombre: A imagen de Dios los creó, hombre y mujer los creó.
Tres veces repite el libro del Génesis en el relato de la creación, en un solo versículo, que el hombre es una imagen de Dios.
Por eso, también necesito creer en el hombre:
          En un hombre que sea donación, como Dios. Aprendamos a dar y a darnos, a compartir bienes y talentos, a abrir la mano y el corazón al otro.
          En un hombre que sea comunicación. Como Dios, el hombre tiene la palabra. Porque frente a la incomunicación y a la confusión de Babel, está Pentecostés.
          En un hombre que sea comunión. Creer en la Trinidad es optar por la comunión entre los hombres. Por eso debemos sentirnos felices cuando vivimos nuestra fe en comunidad de fe y amor en la eucaristía.
Solo Dios puede colmar la insatisfacción del hombre, solo él puede colmar nuestra sed: “El que tenga sed, que venga a mí y beba”, decía Jesús.
ORACIÓN
Señor Dios, tenemos sed de muchas cosas, pero solo tú puede calmar nuestra sed, es lo que san Agustín expresaba tan certera y bellamente:
“Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti”.
Dios es pues nuestra meta. Hacia Él caminamos todos, aunque no lo sepamos. En todas nuestras búsquedas sinceras dios se hace el encontradizo.
Cuando deseamos un mundo mejor, cuando nos comprometemos con la paz y la solidaridad, estamos deseando a Dios. Cuando tenemos hambre y sed de justicia, estamos deseando a Dios. Cuando buscamos la verdad, la felicidad de los hermanos, sobre todo de los que más lo necesitan estamos deseando a Dios.
Y nos encaminamos hacia el Dios uno y Trino, cuando nos queremos, cuando formamos una familia, una comunidad unida en la fe, en la esperanza y en la caridad, cuando trabajamos por la reconciliación entre los hombres. Cuando amamos de verdad, estamos dando pasos hacia la Trinidad.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imagen de Fano.


 Para colorear
 

 
 

martes, 19 de mayo de 2015

24 DE MAYO: DOMINGO DE PENTECOSTÉS.



”Recibid el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quiénes se los retengáis, les quedan retenidos”
24 DE MAYO
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
DÍA DE LA ACCIÓN CATÓLICA Y DEL APOSTOLADO SEGLAR
1ª Lectura: Hechos 2,1-11
Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar.
Salmo 103
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
2ª Lectura: 1 Corintios 12,3b-7.12-13
(o bien: Gálatas 5,16-25)
Hemos sido bautizados en un mismo espíritu, para formar un solo cuerpo.
EVANGELIO DEL DÍA
Juan 20,19-23
(o bien: Juan 15,26-27; 16,12-15)
“Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: ”Recibid el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quiénes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
 Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
 Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes»
 Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo.
 Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan». “
REFLEXIÓN
El Espíritu Santo es como el Soplo de Dios. En hebreo Ruah significa a la vez espíritu y soplo o viento; también en griego: Pneuma.
 Parece que el soplo, el aliento, el viento es algo más espiritual, porque no se ve, pero se siente su vitalidad y su fuerza. Hay realidades que están más allá o más adentro de nuestra perspectiva. El mismo Jesús compara el Espíritu a lo que sucede con el viento: “El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu, le dice Jesús a Nicodemo. No vemos el Espíritu, pero oímos su voz. No sabemos definir bien el Espíritu, pero experimentamos su dinamismo creador, vivificante. Nos resulta imposible explicar, siquiera analógicamente, el origen y la misma identidad del Espíritu, pero sentimos su presencia y palpamos la multiplicidad de sus actuaciones y sus efectos. Por eso las mejores definiciones del Espíritu son descriptivas o simbólicas.
            Pero este Aliento actúa desde dentro, oxigenando nuestras neuronas, vitalizando nuestras células, como la savia de todo el organismo. No es una fuerza externa que nos obligue y nos conduzca. Es un dinamismo íntimo que nos hace ser y crecer.
            El aliento que Jesús transmite a los suyos, es el mismo Espíritu en persona: Recibid el Espíritu Santo. No reciben solamente una iluminación, una consolación, una fuerza, un don, reciben todo el Espíritu Santo, la fuente de todas las gracias y el tesoro que encierra todos los dones. No reciben una parte del Espíritu, sino todo el Espíritu.
La misión del Espíritu es llenarnos de la Vida de Jesús, asemejarnos a Cristo en todo. Él nos habla de Cristo. Él va pintando en nosotros la imagen de Cristo. Él nos recrea con la misma “genética” de Cristo.
            Donde hay Espíritu no hay miedo. Cuando llega el Espíritu se abren las puertas cerradas, se habla claro y bonito, se dicen las verdades delante de todos los públicos. Eso sí, con respeto y con misericordia, sin amenazas ni insultos.
            Donde hay Espíritu hay libertad. El Espíritu está reñido con la esclavitud, sea interior –todo lo que te ata-, sea exterior, por condicionamientos de cualquier tipo. El que tiene el Espíritu respeta, pero no se doblega ante nada ni ante nadie; no adora a los poderosos o a los líderes o a los sabios o al dinero o al ambiente cultural y social… Sólo adora a Dios.
            Donde hay Espíritu hay fortaleza y paciencia. Se asume la persecución, la cárcel, los azotes. El Espíritu conforta y consuela en la lucha, en la enfermedad, en la humillación. El Espíritu es el que unge a los mártires y a cuantos sufren por la fe y por el amor.
            Donde hay Espíritu hay generosidad. El Espíritu es Don y capacidad de donar. El Espíritu no es posesivo, sino comunicativo. Nada retiene, libre como el aire. Comparte cuanto es y cuanto tiene. Y siempre desde la gratuidad, no es interesado, es gracia.
            Donde hay Espíritu hay amor. Claro, el Espíritu se define como el Amor de Dios personalizado. Amor de Dios derramado en nuestros corazones. En el fondo, cuando hablamos de energía, de fortaleza, de libertad, de generosidad, estamos hablando de resplandores de una misma realidad, que es el amor. Desde el amor nos hacemos libres, valientes, pacientes, generosos, entregados. Desde el Espíritu podemos amar como nos amó Jesucristo.
ENTRA EN TU INTERIOR
Recibid el Espíritu
Poco a poco, vamos aprendiendo a vivir sin interioridad. Ya no necesitamos estar en contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros. Nos basta con vivir entretenidos. Nos contentamos con funcionar sin alma y alimentarnos solo de pan. No queremos exponernos a buscar la verdad. Ven Espíritu Santo y libéranos del vacío interior. Ya sabemos vivir sin raíces y sin metas. Nos basta con dejarnos programar desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar, pero no sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor informados, pero nos sentimos más perdidos que nunca. Ven Espíritu Santo y libéranos de la desorientación.
Apenas nos interesan ya las grandes cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentarnos a la vida. Nos hemos hecho más escépticos pero también más frágiles e inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos. ¿Por qué no encontramos sosiego y paz? ¿Por qué nos visita tanto la tristeza? Ven Espíritu Santo y libéranos de la oscuridad interior.
Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más tiempo, pero ¿vivir qué? Queremos sentirnos bien, sentirnos mejor, pero ¿sentir qué? Buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero no nos contentamos solo con pasarlo bien. Hacemos lo que nos apetece. Apenas hay prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué queremos algo diferente? Ven Espíritu Santo y enséñanos a vivir.
Queremos ser libres e independientes, y nos encontramos cada vez más solos. Necesitamos vivir y nos encerramos en nuestro pequeño mundo, a veces tan aburrido. Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear contactos vivos y amistosos. Al sexo le llamamos “amor” y al placer “felicidad”, pero ¿quién saciará nuestra sed? Ven Espíritu Santo y enséñanos a amar.
En nuestra vida ya no hay sitio para Dios. Su presencia ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y sensaciones, no acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos menos con él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer.
Creyentes y no creyentes, poco creyentes y malos creyentes, así peregrinamos todos muchas veces por la vida. En la fiesta cristiana del Espíritu Santo a todos nos dice Jesús lo que un día dijo a sus discípulos exhalando sobre ellos su aliento: “Recibid el Espíritu Santo”. Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y alienta nuestra débil fe puede penetrar en nosotros por caminos que solo él conoce.
José Antonio Pagola

 
ORA EN TU INTERIOR
Sabemos muy bien que todo lo que somos ha sido un don de Dios y, por eso, nos queremos dirigir a él con las manos totalmente vacías para acoger sus dones, los dones del Espíritu.
DON DE LA SABIDURÍA: Sabemos que Dios nos ha dado una nueva identidad, nos ha marcado con su Espíritu; por eso pedimos la fuerza necesaria para ser capaces de vivir sin temor la libertad que supone el hecho de ser bautizados.
            También queremos ofrecer nuestra capacidad de ir a fondo para descubrir la profundidad de este misterio, para conocer, madurar y saborear, cada vez más, nuestra fe.
DON DE ENTENDIMIENTO: Entendemos que Dios nos acoge siempre, para lo que pase; y por eso pedimos que en la comunidad nos acojamos también con la misma incondicionalidad.
 Queremos ofrecer nuestra espontaneidad y apertura para afrontar cualquier situación.
DON DE CONSEJO: No tenemos demasiadas cosas, pero sí un camino que recorrer, por eso pedimos no ir solos en este camino.
 Ofrecemos la voluntad de aprovechar cada etapa de nuestro crecimiento y maduración en la fe, conscientes de que, en cada momento, Dios nos sale al encuentro.
DON DE FORTALEZA: También queremos llegar muy arriba; y por eso pedimos el apoyo y la ayuda de Dios y de los hermanos, fuertemente unidos y parando los golpes que nos pueda traer la vida.
DON DE PIEDAD: También queremos pedir que la comunidad nos ayude a vivir una espiritualidad firme y sólida, a fin de escuchar la voz de Dios y poder responder a ella.
Ofrecemos nuestra necesidad de interiorización, oración y recogimiento, para experimentar silencios llenos en lugar de palabras vacías.
DON DE CIENCIA: Queremos pedir también un esfuerzo conjunto para intentar adaptarnos a los signos de los tiempos, para dar respuesta a las necesidades de hoy, fundamentalmente en las verdades de siempre.
DON DE FIDELIDAD A DIOS: La mano de Dios la encontramos en los testimonios de la comunidad por esto pedimos que los cristianos seamos siempre un ejemplo a seguir para todos. Ofrecemos nuestro compromiso y nuestra fidelidad a Dios intentando siempre, dar una respuesta de fe.
ORACIÓN
“Revestíos de la fuerza que brota del Espíritu y convertíos en constructores de un mundo nuevo, un mundo diferente, fundado en la verdad, la justicia, la solidaridad y el amor”. (Beato Papa Juan Pablo II  a los jóvenes, 1991).

Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imagen de Fano


Imagen para colorear


Imagen proporcionada por Catholic,net

TERMINA EL TIEMPO PASCUAL
SE REANUDA EL TIEMPO ORDINARIO
OCTAVA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
(CUARTA SEMANA DEL SALTERIO)

 

lunes, 11 de mayo de 2015

17 DE MAYO. SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA: SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR.


SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA
“No os dejaré huérfanos: os enviaré el Espíritu”. El discurso de despedida de Jesús, que leemos en este tiempo de la Ascensión, se hace oración. Antes de dejar a los suyos, Jesús invoca al Padre por aquellos que ha recibido de su mano. 
            Recibirán el Espíritu. La Iglesia va a recibir su constitución: no ya un código de mandamiento, sino una ley interior incesantemente reescrita y puesta al día por el Espíritu. De edad en edad, la Iglesia nacerá del Espíritu y será llamada a reencontrar la fuente de su existencia. Vivirá del Espíritu, abandonándose a la pasión de amar que la abrasa.
            Los discípulos van a recibir el Espíritu. De siglo, la Iglesia será la caja de resonancia de la Buena Nueva sobre el escenario del mundo; prefigurará la unión de todas las cosas en el amor al Padre.
            “¡No os dejaré huérfanos!”. El Espíritu, que hace a la Iglesia, es el don pascual del Señor Jesús. Por tanto, no vamos a celebrar Pentecostés como algo distinto a la Pascua, sino, más bien, como la eclosión de lo que Jesús ha sembrado venciendo a la muerte. Los cincuenta días del tiempo de Pascua no habrán sido demasiados para acoger al Espíritu de Cristo, vivo para siempre.
            En este sentido, somos invitados también a hacer un retiro en el cenáculo esta semana, con María, la madre de Jesús, y los apóstoles, para pedir la efusión del Espíritu. En el curso, a menudo monótono, del tiempo, la celebración litúrgica permite que irrumpan los tiempos de Dios, para que se renueve el gran don pascual. Pedir con insistencia el don del Espíritu durante esta semana que precede a la fiesta de Pentecostés tiene, pues, mucho asentido; repetir incansablemente: “Ven, espíritu Santo”, es profesar en la fe que ciertamente vendrá (nuestra oración no es un grito insensato), pero que su venida depende necesariamente de nuestra petición y de nuestra sumisión a él.
            En el Cenáculo estaba presente María. Discretamente. Está con la Iglesia para siempre, como icono de acogida y de fecundidad. En ella, la Palabra se ha hecho carne por el Espíritu, pues “nada es imposible para Dios”: también en la Iglesia la Palabra se hará carne de los hombres, por la fuerza del Espíritu.


“Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.



17 DE MAYO
SEPTIMO DOMINGO DE PASCUA
SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
(JORNADA PONTIFICIA MUNDIAL Y COLECTA DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES)

1ª Lectura: Hechos 1,1-11
Lo vieron levantarse.
Salmo 46
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
2ª Lectura: Efesios 1,17-23
Lo sentó a su derecha, en el cielo.
(o bien)
Efesios 4,1-13
A la medida de Cristo en su plenitud.
EVANGELIO DEL DÍA
Marcos 16,15-20
“En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos”. Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."
El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.
Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;
podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".
Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.
Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.”
REFLEXIÓN
La Ascensión del Señor, quiere significar: cercanía al Padre, igualdad de poder y de gloria.
            Pero en vez de Ascensión podríamos hablar de comunión. Que Jesucristo suba al Padre quiere decir que se abraza en comunión perfecta con el Padre. El Padre y yo somos uno, decía Jesús. Pero aquí se añade la dimensión humana del Hijo, que vive también en comunión trinitaria.
            En la Ascensión se destaca la glorificación de la naturaleza humana, divinizada de Jesucristo. El Hijo de Dios se despojó del manto divino para asumir la humanidad y vivir entre los hombres.
Y ahora, en la Ascensión, el Hijo del Hombre se adorna con el manto de Dios para vivir eternamente en Él. Lo humano y lo divino se suman, no se contrarrestan. Dios se ha hecho hombre, el hombre se ha hecho Dios.
            La realización plena de este dinamismo se encuentra en Jesucristo. Pero alcanza de una manera u otra a todos los hombres. Dios se hizo hombre. Pero el misterio de la encarnación se prolonga indefinidamente.
            Dios se hizo hombre en el hijo de María, pero se sigue haciendo hombre en los pobres, en los enfermos, en todos los que sufren. Se hace hombre en los hermanos, en todos los que están llamados a ser hermanos.
            Dios se humaniza en el amor humano. En los que se quieren, en los que viven en común, en los que rezan en común, en los que tienen entrañas de misericordia.
            Dios se humaniza en los que creen en Jesús y guardan su palabra, en los que se dejan guiar por el Espíritu, en los que transforman sus vidas viviendo en Jesucristo.
            Y el hombre se hace Dios. Hay una semilla divina en todo ser humano, porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Esta semilla debe desarrollarse en plenitud.
            Es camino de salir de sí, de no vivir para sí, sino en relación solidaria, en comunión.
            Jesús sube al cielo.
            El cielo no es un lugar, sino una manera de estar, otra manera de ser. El cielo está donde se vive y cuando se vive en amor. El cielo es experimentar la presencia de Dios.
            Hay fuerzas que nos ayudan a llegar al cielo:
          El deseo, hijo del amor y de la esperanza.
          La oración, que es diálogo y encuentro, que es apertura a Dios.
          El servicio desinteresado y alegre, que es un camino directo hacia Dios.
          La pobreza, para aligerar el equipaje.
          El esfuerzo, para poder llegar a la cima.
          La fortaleza, para superar los caminos y los momentos oscuros.
          La misericordia, para aprender a sentir como Dios.
Todo se resume en el amor como nos recuerda la oración litúrgica: “Tú que por el camino del amor descendiste hasta nosotros, haz que nosotros por el mismo camino ascendamos hasta ti”
Alguien dijo que uno no está donde está sino donde ama, donde tiene su corazón. Así de sencillo, pero así de verdad y así de gratificante.
Uno está más donde anhela, donde piensa, donde sufre, donde suspira, donde quiere, donde ama.
Y esto que es verdad ahora, es más verdad cuando se vive más en el Espíritu. Porque el Espíritu, que es amor, está donde ama y donde le aman.
Salimos ganando con la Ascensión del Señor:
          Porque nos garantiza su presencia: “ánimo, no temáis…”
          Porque está más dentro de nosotros, en mayor intimidad.
          Porque puede estar con todos nosotros, sin limitación de espacio.
          Porque puede estar siempre con nosotros, sin limitación de tiempo.
          Porque está con nosotros en su Espíritu, la presencia más lograda y más rica. Es una presencia divina que acompaña y transforma. Es como si el mismo Cristo viviera en nosotros, hasta convertirnos en otros Cristos. Presencia dinámica y transformadora.
          Porque está con nosotros en su Palabra, presencia que se convierte en luz para el camino.
          Porque está con nosotros en el pan partido y en los sacramentos, presencia real, que acompaña, consuela, fortalece y alimenta.
          Porque está con nosotros en los hermanos, en los que le recuerdan y le aman, en los que comulgan, en los que se unen, en los que se comprometen.
          Porque está con nosotros en los enfermos, en los pobres y en los que sufren, presencia ardiente, llagas dolorosas del cuerpo del Señor Jesús.
Jesús está presente en el hombre. ¿Qué tú no lo ves? Es porque te falta fe y te falta amor. Grita como el ciego de nacimiento: “Señor, que pueda ver, Señor, que pueda verte”.
ENTRA EN TU INTERIOR
CONFIANZA Y RESPONSABILIDAD
Al evangelio original de Marcos se le añadió en algún momento un apéndice donde se recoge este mandato final de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
El Evangelio no ha de quedar en el interior del pequeño grupo de sus discípulos. Han de salir y desplazarse para alcanzar al «mundo entero» y llevar la Buena Noticia a todas las gentes, a «toda la creación».
Sin duda, estas palabras eran escuchadas con entusiasmo cuando los cristianos estaban en plena expansión y sus comunidades se multiplicaban por todo el Imperio, pero ¿cómo escucharlas hoy cuando nos vemos impotentes para retener a quienes abandonan nuestras iglesias porque no sienten ya necesidad de nuestra religión?
Lo primero es vivir desde la confianza absoluta en la acción de Dios. Nos lo ha enseñado Jesús. Dios sigue trabajando con amor infinito el corazón y la conciencia de todos sus hijos e hijas, aunque nosotros los consideremos «ovejas perdidas». Dios no está bloqueado por ninguna crisis.
No está esperando a que desde la Iglesia pongamos en marcha nuestros planes de restauración o nuestros proyectos de innovación. Él sigue actuando en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Nadie vive abandonado por Dios, aunque no haya oído nunca hablar del Evangelio de Jesús.
Pero todo esto no nos dispensa de nuestra responsabilidad. Hemos de empezar a hacernos nuevas preguntas:
¿Por qué caminos anda buscando Dios a los hombres y mujeres de la cultura moderna? ¿Cómo quiere hacer presente al hombre y a la mujer de nuestros días la Buena Noticia de Jesús?
Hemos de preguntarnos todavía algo más:
¿Qué llamadas nos está haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar, expresar, celebrar y encarnar la fe cristiana de manera que propiciemos la acción de Dios en el interior de la cultura moderna?
¿No corremos el riesgo de convertirnos, con nuestra inercia e inmovilismo, en freno y obstáculo cultural para que el Evangelio se encarne en la sociedad contemporánea?
Nadie sabe cómo será la fe cristiana en el mundo nuevo que está emergiendo, pero, difícilmente será «clonación» del pasado. El Evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            Jesús encontró el modo de mitigar el dolor de la separación. Cierto que la ausencia de amor solo se cura con la presencia, pero es que Jesús, nuestro gran amigo, no es un ausente, él se hace presente de muchas y variadas formas.
            Los que se aman nunca se separan, porque uno está donde ama. Es una presencia, no corporal, sino espiritual, pero real. El amor devora los espacios y los tiempos.
            Cuando Salimos de nosotros mismos y nos ponemos en camino solidario, ahí encontramos a Jesús. Él ha Sacramentalizado a los pobres, y a los pequeños y débiles, a todos los que sufren.
            Donde hay comunidad, donde hay familia, donde hay amistad, allí está Cristo, que convierte los encuentros en sacramento. Cuando nos reunimos en su nombre, cuando nos querremos, cuando nos perdonamos, ahí se hace presente al Señor.
            Cuando oramos, cuando nos abrimos a la presencia de Dios, cuando escuchamos su palabra. Entonces el nos habla al corazón. Su palabra es también como un sacramento, y nos enciende el corazón.
            A ti, Cristo, que estás con el Padre y que eres nuestro hermano, te pedimos: Señor Jesús, intercede por nosotros.
          Mira a tu Iglesia, que sea sacramento de tu presencia. Suscita en ella testigos de tu amor.
          Mira al mundo, que se abra a los valores del Reino. Suscita trabajadores de la paz, la justicia y la solidaridad.
          Mira a los más pequeños y a los que más sufren, que sean respetados y ayudados.
          Mira a los niños y jóvenes que reciben los sacramentos de iniciación. Que sean siempre tus amigos y tus testigos.
          Míranos, Jesús, que vivamos cada vez más unidos a ti. Suscita en todos anhelos de tu presencia.
ORACIÓN FINAL
            Escúchanos, Jesús, que lleguemos hasta ti por el camino del amor y de la entrega. Amén.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imagen de Fano.

"Yo me voy, pero me quedo"


Para colorear


Imagen proporcionada por Catholic.net